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Cejas

Dora Maar (1936), Man Ray

El punto muerto entre los ojos, entre esos dos objetos misteriosos y cautivantes que no pueden observarse a la vez cuando los rostros se reúnen en el encuentro erótico o la batalla cuerpo a cuerpo. El dedo que porta el anillo (y cabe mencionar que la retratada Dora fue amante de Picasso), se retrae y se reserva para sí mismo, como guiño celebratorio de un cierto goce de sí, solitario, soberano y autónomo. Al mismo tiempo, el siguiente señala esa zona de inaccesible unidad de la percepción, invitando a la seducción de esta bestial mujer alada y emplumada. ¿Para qué querríamos más? Por puro exceso, puro disfrute del exceso.